La Tremenda Corte

Fuente original: Diario La Prensa (Panamá) - edición online

21 Febrero 2003

Autor: José Miguel Samudio-Horna

José Candelario Tres Patines
José Candelario Tres Patines.

Al analizar los vaivenes de la política en Panamá, me di cuenta de que los Tres Patines sobran y los tremendos jueces escasean.

La risa y la diversión son un estilo de vida en la realización radial cubana de mitad de siglo pasado conocida como: La Tremenda Corte. Una de las formas de aliviar el espíritu, de distraer el alma cuando sufrimos, es mediante una buena carcajada. Esta lo ayudará a relajarse para ver el mundo a través de una sonrisa y a olvidar la desazón que producen las penas económicas, sociales, políticas, y del corazón.

Desde muy pequeño, y más bien inducido por la afición de mi papá, aprendí a disfrutar las morcillas hilarantes, las condenas inconcebibles y el humor delicioso que otrora fue la cúspide del humorismo radial latinoamericano. Cástor Vispo, escritor de La Tremenda Corte, es considerado, con justos méritos, el mejor humorista radial de la isla a pesar de ser español-cubano; fue el creador de una joya invaluable que cinco décadas después sigue haciendo reír a miles de personas. En una época ausente de militares, y cuando las guaracheras curvilíneas marcaban el son isleño, el ingenio del escritor cobró vida en las voces de los ya fallecidos Leopoldo Fernández (José Candelario Tres Patines), Aníbal de Mar (el tremendo juez), Mimí Cal (Luz María Nananina), Adolfo Otero (Rudecindo Caldeiro y Escobiña) y el Secretario. Los programas radiofónicos se grabaron de lunes a sábado, y a pesar de que nadie sabe cuántos perviven exactamente, y por haber tantos, siempre dejan el sabor dulce de la primera vez.

Luego de la revolución cubana, un funcionario de la empresa productora CMQ de La Habana compró los derechos de transmisión a un precio irrisorio y se los llevó a Estados Unidos. Su lado televisivo no gustó tanto como se esperaba, y jamás pudo sustituir los cientos de programas grabados entre 1947 y 1961. Sus chistes hacen imaginarse a una Cuba soleada y limpia, con sus guaguas rodando apaciblemente por las calles. He aprendido con cada capítulo el espíritu inocente que se impregnó en las viejas cintas de audio que ahora no son más que la quimera de una patria libre. Algunos de sus títulos peculiares son Novelicidio y Benjumedicidio, siempre representativos del caso a tratar e inventados a la carrera por el tremendo juez. Nuestros actores políticos actuales inspirarían títulos como: cemicidio, durodolaricidio, hachepericidio y magistradicidio.

El gran Tres Patines es el personaje artístico con más dotes que he conocido; no solo es ingenioso, estafador, mentiroso, confianzudo y descarado, sino que además es el típico pillo de barrio que siempre sabe que su destino nunca es menos de una semana en el calabozo, y que anticipa a diario con su inigualable saludo: ¡A la reja! Ignoro si a las mujeres les gusta su impredecible dialecto, o si soportan los gritos de orden que vocifera el Señor Juez, pero me gustaría pensar que también gozan de las artimañas que se lanzan al estrado. Quizás se identifiquen más con el carácter vivaz y siempre firme de Nananina, o mejor aún, tal vez admiren la inteligencia oculta de la más grande, pero a la vez más ausente de todas las madres del mundo, la gran: ¡Mamita! Y si de complicidad o acusaciones contra Tres Patines se trata, situación ambivalente, no hay más experto que el famoso Rudecindo: español de un léxico elocuente usualmente ensalzado por gárgaras de buche, adulador y a veces irrespetuoso, que con gran fascinación expone su caso al gran dotór de la sala; siempre en busca del lado que más le convenga. Y hablando de lambones, quien mejor que el “secretario” de la corte; usualmente preocupado por la salud del señor juez, medio vago y algunas veces atrevido. ¡Escriba ahí secretario!, apunta con mano firme el señor juez. Caballero de principio a fin, justo, autoritario, respetuoso y educado. Sin embargo, a veces impaciente y bellaco, tentado por la haraganería del Secretario. Sus gritos hacen eco en el recinto cargado de multas y órdenes que usualmente resuenan con sabor a castigos justos. ¡Venga la sentencia!, se alcanza a puntualizar al final de la velada cuando se condena al bribón.

Al analizar los vaivenes de la política en Panamá, me di cuenta de que los Tres Patines sobran y los tremendos jueces escasean. La diferencia fundamental de lo ficticio y lo real en nuestro país, es que allá los presentes reían, acá miramos consternados. Hago esta comparación porque los cimientos de nuestro Organo Judicial acaban de estremecerse con las declaraciones impulsivas del magistrado Alberto Cigarruista.

A los que olvidaron por momentos aquellas líneas picarescas enardecidas por Tres Patines y apaciguadas por el Tremendo Juez, o las estratagemas sencillas cargadas de sabor y engaño, les recuerdo que la patria la hacemos todos y que una buena sonrisa es el mejor escape cuando nos embarga una pena. Concluyendo mi caso les aclaro, que si encontraron alguna similitud entre los personajes de La Tremenda Corte y alguno de nuestros políticos, es pura y mera coincidencia: ¡Cosa ma’grande la vida, chico!

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