¡Mamita, espanta la mula!
Source: Robustina.com
21 Febrero 2013
Una mujer gordita, bajita, pelo canoso y con vestido de flores. Sus brazos, según su hijo, son dos ramas gorditas, cada rama con 5 ramitas, que tienen yemas y tienen hojitas. Como toda buena madre aconsejaba constantemente a su hijo. “Hijito, di siempre la verdad, siempre y cuando, no te perjudique”, aconsejó alguna vez. Solo tuvo un hijo. Hijo que siempre la llamaba “mima” o “mamita”.
Por su edad avanzada, padecía algunas enfermedades. La molestaba la angina de pecho. En cierta ocasión le cayó una plancha en el pie de forma accidental. En algún momento, y para salir adelante, junto con su hijo, se dedicó a la medicina. Diagnosticaba enfermedades como la pielitis que ni los médicos más preparados podrían siquiera imaginar que existían.
Físicamente no era muy impresionante pero tenía una personalidad mucho más grande. Cuando la necesidad era mucha, participaba con su hijo de algunas empresas. Llegaron a dedicarse a la venta de carbón que extraían por sus propios medios de una mina que descubrieron en una pared de su casa. Vendieron agua de lluvia. De vez en cuando, maquinaban alguna treta para ganarse algún dinero extra a costa de sus ilusos amigos, que por alguna razón, siempre confiaban en ellos, aun cuando los conocían. Y aunque los astutos planes lograban su cometido inicial, al final nunca se lograron salir con la suya gracias al sistema de justicia que siempre les echaba abajo sus intenciones; su hijo siempre terminaba pagando por los delitos de los cuales su mamita era la mente maestra. Tenía tendencia a fingir tener menos edad de la real, llegando, en algún momento, a tener menos años que su propio hijo.
Pero más allá de eso, era una madre amorosa, despertaba a su hijo todas las mañanas para que fuera al trabajo y siempre estaba pendiente de su bienestar. Tenía muchos hermanos, y muy caritativamente los recibía en su casa cuando tenían necesidad. Incluso a aquellos que se aprovechaban y llegaban sin previo aviso diciendo que eran sus hermanos, aun cuando nadie en la familia los conociera. Algunos se quedaban a vivir permanentemente. Su hijo la mencionaba frecuentemente en sus poesías: “Mima dame el biberón bien llenito de aguardiente, o camarón que se duerme, se lo lleva la corriente".
Para la historia queda el inolvidable grito de su hijo Tres Patines: “¡Mamita, espanta la mula!”