Elogio a Tres Patines

Fuente original: Revista SOHO (Costa Rica)

12 Octubre 2009

Autor: Luis Chávez

El Precinto Competidora
Caricatura del personaje Tres Patines

Tres personas se me vienen a la cabeza cuando pienso en Tres Patines. La primera es Leopoldo Fernández, el actor. La segunda, mi abuelo materno, conocido como "el Don". La tercera, Virgilio, un tío abuelo del lado paterno. Los tres están muertos. 1985, 1983, 2000. Esta debe de ser la manera más equivocada de comenzar un elogio sobre aquel José Candelario Tres Patines que, al llamado del Tremendo Juez, salía por una puerta de utilería con el saco mal abotonado, el sombrero torcido y el bigote de tres cuartos, precedido por el aullido premonitorio de ¡a la reja!

Conocí "La Tremenda Corte" por la radio. Fue en la tardes que pasaba con el Don en un cuarto agregado al fondo, una habitación pequeña que era como la apendicitis de la casa en la que vivíamos mi abuela, mamá, mi hermano y yo. Después de años de castigo y exilio por mal comportamiento, mi abuelo había vuelto con el rabo entre las piernas a vivir en diez metros cuadrados que yo invadía a diario. El aparato de radio estaba en un estante bajo, a la par de la hielera de estereofón que usaba a falta de refrigeradora. Jugábamos ron con un mazo de baraja española acompañados por los sketches del radioteatro cubano. En medio de los ases de bastos y las sotas de oros, en un proscenio mental yo armaba la puesta en escena de los gallinericidios, los chicaguicidios, los pañosmenoricidios, los vaquicidios y los asesinaticidios que terminaban con una sentencia casi siempre en alejandrinos y el indispensable ¡cosa ma' grande la vida, chico!

Aquellas historias tejidas alrededor de los delitos menores de Tres Patines salían del radio-despertador y, por ese poder arcano de la palabra, se convertían en imágenes en movimiento.

Pero lo portentoso es que esas historias de robos de gallinas, venta de lotería falsa, enfermedades ficticias, todas las estratagemas de José Candelario yo las veía en blanco y negro. Hay dos cosas que cuando las pienso, las veo en blanco y negro: el boxeo y Tres Patines.

Luego el Don, viendo que se acercaba estadísticamente a la muerte y sin duda atormentado por ese gran aporte de la religión occidental, la culpa, se enlistó en el ejército de Dios, dejó de escuchar programas paganos y convirtió todas sus conversaciones en intentos de evangelización o en sentencias acusadoras. La psicosis de la fe. Y pasó mucho tiempo antes de encontrarme de nuevo con Luz María Nananina, El Tremendo Juez, Rudecindo Caldeiro y Escobilla, Patagonio Tucumán y Bandoneón y Simplicio Bobadilla y Comejaiba.

Cuando vi "La Tremenda Corte" en televisión, varios años después de aquellas experiencias radiales, me sorprendí de lo que conté más arriba. Aunque probablemente sea producto de esas operaciones de la memoria, recuerdo en blanco y negro los programas de radio porque luego vi los de tele en ese formato. Pero eso no suma ni resta, las cosas tienen que ser como uno las recuerda, no como de verdad fueron.

La versión de la tele aportó varios elementos nuevos , el physique du rol de José Candelario Tres Patines para señalar el más importante. Flaco, enjuto, desmañado, asimétrico. Como un ascendiente de Don Ramón. En la tele, claro, se potenciaban los demás elementos de su identikit. Tres Patines, hablando medio entre dientes, reconstruía el lenguaje con una velocidad y una versatilidad que se convirtieron en marca registrada. La malicia popular, el idioma como un mecano delirante, epiléptico. Su personaje, rebuscador de la calle, pobre pero astuto, pulseador, convertía un término como onomástico en "el día de mí hoy no mastico".

Si bien los actores de "La Tremenda Corte" se apegaban a los guiones (creados por el español Cástor Vispo), era evidente, sobre todo en el formato de la televisión, que se permitían sus licencias y que ellos mismos no podían evitar reírse en escena de las improvisaciones de los otros. Tres Patines fue, de otra manera que Bukowski, un catedrático de la universidad de la calle. Leopoldo Fernández le dio cuerpo y voz a un genio de la picardía, un esteta del timo.

Su hablar masticado, esa cadencia del cubano de la calle que está sobrio pero parece que está borracho es la que me lleva a Virgilio, mi tío abuelo. Era el hermano de mi abuelo y en ciertos ángulos parecía el doble de Tres Patines. Sufría además de una muy severa dipsomanía y cuando andaba herido por la bala lenta del alcohol arrastraba las palabras y se golpeaba el pecho igual que José Candelario. Virgilio era menos soltero que solitario, retraído. Pocas veces hablaba y su mundo interior estaba vedado para el resto del planeta. Ahora, cada vez que lo recuerdo, paso automáticamente de su imagen de hombre introvertido y acorazado a momentos de "La Tremenda Corte" con Tres Patines convertido en Virgilio. O viceversa.

Entonces es así, Leopoldo Fernández, o más bien, su personaje de José Candelario Tres Patines, más que estar ligado al Don y Virgilio, los atraviesa de lado a lado, los cruza como un arponazo y genera un efecto particular. Mi recuerdo de ellos tiene algo del humor, la picardía y la astucia de Tres Patines, cuando de ninguno de los dos se puede decir nada parecido. Tres Patines los mejora. Y esto no es algo menor. Ese tipo de muertos, los que mejoran a otros muertos, son los que hay que defender.

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