Reynaldo Miravalles
Nació en La Habana, en el año 1923. Interpretaba al personaje de Leoncio Garrotín y Rompecocos. De su carrera artística se sabe que en el año 1944 hizo su primera actuación en la radioemisora La voz de los Ómnibus Aliados. A partir de esa fecha trabajó en casi todas las emisoras radiales de La Habana.
Debuta en la televisión en 1952, y ese mismo año recibe el premio del actor más destacado. Participó ocasionalmente en el programa de radio “Alegrías de Sobremesa” y junto a Edwin Fernández también participó en un programa de TV llamado “Si no fuera por Mamá”.
En años recientes ha destacado en su calidad de actor, al punto que se le considera uno de los mejores actores cubanos de todos los tiempos. Cerca del 2003 trabajó en la película “El Misterio Galíndez” en el papel de Don Angelito, junto a actores de renombre como Harvey Keitel.
Ha trabajado en mas de 30 largometrajes entre los que destacan filmes finalistas en la competencia por la Palma de Oro en el Festival de Cannes ("Tiempo de morir", "Los sobrevivientes") y películas Nominadas al Oscar ("Alsino y el Condor").
A finales del 2007 participa en el largometraje "Cercanía" que trata sobre la relación de un padre con su hijo, la lucha por la supervivencia de los exiliados cubanos y los eternos y universales sobresaltos del amor.
En una entrevista que le hace la revista "La Gaceta de Cuba" en su ejemplar #4 del 2010, ante la pregunta "¿Cómo se las arregló para comenzar en la televisión?", él comenta lo siguiente:
Cuando empiezo en la televisión ya había actuado mucho en teatro. La primera vez fui un extra sentado en una silla y, en la segunda ocasión, logré un protagónico junto a José Antonio Rivero. Al principio, para los actores populares y consagrados, la televisión era una cosa nueva y muchos le temían. Sus figuras no se correspondían con el éxito alcanzado en la radio. Eran galanes, pero de apariencia rechoncha. Otros, demasiado bajitos o feos. No querían afectar su puesto. Por eso, nos daban chance a los que no teníamos nada que perder. Los primeros trabajos en La Tremenda Corte, por ejemplo, siempre eran de contrafigura. La estrella que hacía reír era Leopoldo Fernández. Nosotros lo apoyábamos para que su actuación se destacara.
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